Desde inicios del siglo pasado, el uso del tinajero se ha extendido como parte de las tradiciones de los cubanos con el fin de conservar el agua fría
Por: Daisy Pilar Martín Ciriano
Desde inicios del siglo pasado se introdujo en las familias campesinas el uso del tinajero. Por aquellos tiempos a penas se conocía la electricidad y mucho menos, la existencia de aparatos que produjeran enfriamiento. El campesino refrescaba el agua de su tinaja, colocando ésta dentro de un esquinero de madera, relleno de ceniza o tierra de cocó. De esta forma el agua se mantenía siempre fresca.
También comenzaron a usarse las cajas de agua. Estas, eran realmente muebles de madera con una puerta por donde se introducía la tinaja y sobre ella, una piedra filtradora. Generalmente la caja de agua, como se le llamaba, tenía en la puerta un cuadrante recubierto de malla para evitar la entrada de insectos y facilitar la circulación del aire. El agua caía lentamente desde el fondo de la piedra hasta la tinaja y, de ese lugar, era utilizada, demás está decir que el agua se conservaba con excelente frescura.
Hoy, estas tradiciones han sido sustituidas y han quedado solo en la memoria, o en alguna vivienda, como recuerdo de sus ancestros. Así ocurre con la caja de agua que aún se conserva en casa de Pilar Borges Gómez, en Cabaiguán. El centenario mueble con todos sus aditamentos, perteneció a su abuela y ella lo ha mantenido en uso, más bien por la costumbre, que por la necesidad.
Resulta asombroso el cuidado con ella ha conservado este mueble. Realmente pudiera pensarse que es una reliquia de Museo. Además es admirable el amor que muestra su propietaria por conservar, éste y otros objetos, heredados de sus ancestros y que resultan joyas identitarias de una época, donde la modernidad no había tocado los bordes de la sociedad.
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