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Trato de que mis pacientes se lleven una buena imagen de mí

La vida de varios pacientes pende de las manos del doctor Yilbert Noriegas, un cirujano que se enfrenta a los retos que le impone su especialidad

pacientes

En casi todas las familias cubanas hay un miembro que forma parte del personal de Salud Pública. Hay quienes crecen entre charlas que cuentan miles de hazañas realizadas por estos profesionales que laboran de forma intensa dentro o fuera del país.

Actualmente, la tecnología muestra su potencial para abrir camino en la comunicación con un galeno de oro. Bastaron solo algunos mensajes para concretar una entrevista, que tendría lugar en el cuarto médico de la sala 2E, especializada en Cirugía. En un ambiente ajetreado por la inquebrantable necesidad de no dejar a ninguno de sus pacientes en espera, transcurrió el encuentro.

A pesar de su juventud, el doctor Yilbert Noriegas, graduado en la Universidad de Ciencias Médicas de Sancti Spíritus, quien trabaja como cirujano general en el Hospital General Provincial Camilo Cienfuegos, vive enamorado de su profesión.

“Hoy le agradezco el estar aquí a mi familia, ellos son lo que fui, lo que soy y lo que voy a ser. Entre mis parientes no existía ningún médico, el primero soy yo y me hace feliz brindar ayuda, principalmente a las personas que no tienen nada y son quienes más lo necesitan, esa siempre fue mi causa”, señaló con afecto y una sonrisa.

 “Hoy puedo decir que los mejores años de mi vida fueron los universitarios, creo que es algo común para todos los que vivimos ese período maravilloso donde fuimos tan felices y desearíamos regresar. Mis años como estudiante de Medicina fueron de intensos estudios junto a la compañía de buenos amigos. Son muchas las memorias que guardo. Desde la primera vez que entré a una clase de Anatomía Patológica y vi muchos desmayos, no en mi caso, pero sí en algunos estudiantes. Recuerdo a varios de mis compañeros que en el camino la carrera los venció. Es una profesión que amerita un firme estudio y sacrificio.

La preparación fue delicada, hubo asignaturas más o menos complejas, aunque disfruté cada materia. No encuentro palabras para explicar la alegría que sentí en mi primer turno de clase y, en especial, los de Cirugía. En cuarto año conté con profesores que en la actualidad continúan activos; sobre todo, el claustro de Cirugía compuesto por Alexander, Osvaldito y El Gallego, profesionales que son leyendas para muchos de los estudiantes y que constituyen un privilegio para las futuras generaciones. Son profesores que motivan a la hora de decidirse por una especialidad, e inspiran a decir: ¡Quiero ser como ellos!

En el momento de optar por la especialidad Yilbert siempre tuvo claro que la Cirugía cumplía sus expectativas, por el amplio abanico de posibilidades que ofrece para tratar a los enfermos y mejorar su calidad de vida  

“La cirugía es muy resolutiva. Hay pacientes a los que no se les puede realizar el tratamiento que uno quiere debido a las condiciones en las que se encuentran o por presentar morbilidades asociadas. Aun así, me motiva el hecho de saber que contribuyo al bienestar del paciente a través de procederes complejos, pero siempre con toda la entrega y profesionalidad. La especialidad es de cuatro años, pero al coincidir con la etapa de la covid, se extendieron los períodos académicos. Fue un tiempo que transcurrió lleno de sorpresas y oportunidades de compartir con grandes médicos que laboran en el territorio. Ellos me apoyaron en todo porque, además de mi esfuerzo personal, estaban ahí para contribuir un poco más a mi formación, ya fuese guiándome a la hora de poner un punto, hasta la forma de abrir o cerrar la piel”.

El joven galeno tenía una pasión frustrada por la Cardiología, rama de la Medicina a la que dedicó gran parte de su tiempo y en la actualidad continua con investigaciones acerca del tema por afecciones que implican a su familia. Aunque esté muy lejos de conocer todo sobre la especialidad, mantiene un constante interés por estudiar la mayor cantidad de información y actualización, con el objetivo de ayudar a todos y, en especial, a su familia.

El hecho de coincidir con el período de la covid no solo marcó su vida académica, sino también su futuro profesional. Sabe profundamente que la pandemia no fue solo para el personal de la salud, sino para todo y fue muy difícil por las circunstancias y el tiempo que se extendió la pandemia: primero estaba la familia porque no podía estar cerca de ella, después vivir de cerca la pérdida de familiares y amigos y estaba también armarse de valor para responder y alentar a los acompañantes cuando preguntaban por sus seres queridos y él como médico intentar alentarlos en situaciones donde no se les podía decir prácticamente nada positivo.

Señala que ser un buen profesional no solo depende de la universidad, los profesores o como impartan sus clases; a su juicio, la carrera de Medicina lo preparó de forma integral para la vida.

“Comienzas a darte cuenta de que tienes varias casas porque en muchas ocasiones tu hogar es el hospital y no el lugar que comúnmente conocías. El trabajo del médico es orientar. Recuerdo un refrán que dice: ‘Haz lo que yo digo y no lo que yo hago’. Como profesional cumplo con indicar y la decisión de cuidarse es personal. Siempre se hace el mayor intento por evitar que aparezcan complicaciones y esto se obtiene cuando predomina la correcta comunicación para informar sobre la enfermedad de la mejor manera. Trato de que mis pacientes se lleven una buena imagen de mí. Incluso tengo las mejores relaciones interpersonales con la mayoría de ellos. Lo más gratificante para mí como doctor es que el paciente sea bien atendido y salga del hospital mejor de lo que entró”.

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