Por Daisy Pilar Martín Ciriano
Han transcurrido 67 años de que aquella madrugada del 26 de julio de 1953 un grupo de jóvenes emprendiera la audaz acción de atacar varias fortalezas, entre ellas el cuartel Moncada en Santiago de Cuba, considerada como la segunda fortificación militar del régimen de Fulgencio Batista.
Aquellos jóvenes procedían de diferentes lugares de la Isla y entre ellos se encontraban tres espirituanos: Ricardo Santana Martínez, Antonio Darío López García y el cabaiguanense Reemberto Abad Alemán Rodríguez.
Como hijo de familia humilde, Reemberto tuvo que deambular junto a sus hermanos por diferentes lugares donde el padre encontraba trabajo. Con solo catorce años interrumpió sus estudios para incorporarse a la vida laboral como aprendiz de cocina en el bar-cafetería La Victoria en Lawton, La Habana. Aprendió el oficio de masillero y trabajó en obras de construcción.
Por su gran espíritu de superación, en 1945, se interesó por recibir clases nocturnas de Mecánica de Aviación por correspondencia, en el Instituto de Aeronáutica de California. Una vez graduado se negó a participar en la guerra de Corea como piloto y su título fue retenido. En su vida cotidiana y como estudiante usaba muchos términos martianos y era un gran lector de su obra. Posterior a su regreso de Estados Unidos se vinculó con jóvenes revolucionarios e ingresó a la Juventud Ortodoxa. Allí conoció a Fidel y a Raúl Castro, así como a otros revolucionarios. Convencido de que la única vía para el derrocamiento de la tiranía era la lucha armada se alistó entre los jóvenes que representaron a la Generación del Centenario. Al penetrar por la posta 3 fue herido y después vilmente asesinado como a otros hermanos. Reemberto Abad se inscribió como el cabaiguanense mártir ante los muros