El reloj de la Iglesia Presbiteriana de Cabaiguán lleva varios años descompuesto. En único de su tipo en el territorio, todavía no sabe cuando volverá a dar la hora
Por: Daisy Martín Ciriano
Para conocer de la historia de la colocación del reloj público que se encuentra en la cúpula de la Iglesia Presbiteriana de Cabaiguán, hay que acercarse al año 1941. Por esta fecha la Asociación de Damas de la Iglesia, encabezadas por la señora Josefa León de Hernández, comenzó una campaña Pro-Reloj Público.
Esta campaña fue prontamente respaldada por Casimiro Hernández, Alcalde Municipal, por el libanés José Chamán Milla, representante de la cámara e Hijo Predilecto del Pueblo y por el Reverendo Ricardo Jorge, pastor de la propia iglesia. Participaron además en el empeño, otras figuras del poblado, entre ellas Fredesvinda García de Suárez, Celia Aragón, Adela Lan Rebue, los señores Enrique Torres Oliva, Dr. Antonio W. Marcelo, Dr. Lilio Espinosa, otros representantes por el Gremio de Escogedores de Tabaco y del consistorio de la Iglesia, incluso se realizaron emisiones de bonos con valores de 1, 5, 20 y 40 pesos, para favorecer y estimular la participación popular.
En 1947, se satisfizo el anhelo popular con la instalación del Reloj Público en lo alto de la torre del templo. Desde entonces se exhibe sus cuatro esferas guiadas hacia cada punto cardinal y ofrece la medida del tiempo a todo el visitante que arribe a Cabaiguán.
Por os años finales de la década del 70, mientras Jorge Agramonte Sánchez se desempeñaba como Delegado del Poder Popular de la Circunscripción donde se encuentra el templo, recibió el planteamiento de la rotura del reloj y del mal estado de su base interior. Prontamente realizó el correspondiente trámite en la cabecera municipal y trasladó la inquietud a la instancia nacional. Después de varios meses de espera, la oficina de asuntos religiosos sugirió al municipio dar solución al planteamiento.
Precisamente fue la Empresa de la Construcción de Cabaiguán, al frente de la cual se encontraba Luis Concepción, quien acometió el trabajo de reparación. Con todo un andamiaje protector fue restaurado el piso interior, la escalera de acceso y el reloj. El compañero Pedro Batard fue el relojero que echó a andar la maquinaria, después de largo tiempo de rotura. Desde entonces funcionó sin descanso, hasta que otra avería detuvo su movimiento.
Ya Cabaiguán no tiene al Delegado Agramonte, ni al relojero Batard, pero las viejas y jóvenes generaciones, quieren nuevamente, ver el andar de las manecillas del reloj recorriendo la esfera del tiempo en la vida de los cabaiguanenses.
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