El cabaiguanense Héctor Amador Castellano Ponce dejó su nombre para la posteridad como uno de los hijos de esta tierra que pasaron a la inmortalidad

Por: Hugo Crespo Crespo
Entre los cabaiguanenses que forman parte del martirologio de esta tierra se encuentra el joven Héctor Amador Castellano Ponce. Nacido en el seno de una familia obrera y pobre, en noviembre del año 1941, sus padres, Amador Castellanos Ríos apodado, Cheo y Caridad Ponce Medina, a quien conocían por Cuca, inculcaron a Hectico hábitos correctos de vida junto a sus otros 6 hijos, 2 hembras y 4 varones.
Según contó Mario Ramón Rodríguez Valero, quien presidió la Sección de Base de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC) con el nombre de este joven mártir y a su vez conocedor de la vida de Héctor Amador y su familia, nos contó que su infancia transcurrida en este pueblo, se distinguía por ser un niño educado en los mejores valores de la familia, quien respetaba a los demás, era serio, agradable, sencillo y conversador. Adoraba a sus padres y hermanos, era educado y desde muy niño todos lo llamaban cariñosamente Cucú.
Por la precaria situación económica de la familia no puede continuar estudios primarios y se incorpora a trabajar en una escogida de tabaco donde actualmente se encuentra la fábrica de tabacos Alfredo López Brito, como despalador junto con su mamá, su hermana Teresa y su hermano Mandé.
Allí se inicia en las actividades revolucionarias junto a su familia recaudando fondos para el movimiento 26 de julio, confeccionando brazaletes para los miembros del movimiento, distribuyendo propagandas revolucionarias en las paredes de los baños de la escogida, rompían grandes cantidades de botellas, quemaban gomas y regaban los vidrios en la llamada calle de los arbolitos actualmente Avenida de La Libertad. También preparaban cocteles molotov e incitaban a los obreros a la huelga.
Debido a su destacada actividad revolucionaria esta familia sufre las amenazas y persecuciones de los guardias de la tiranía, en especial, Mandé, hermano de Héctor, quien es detenido y encarcelado en el cuartel de la guardia rural. Allí es golpeado de forma cruel, lo que hace que su madre Caridad se presente en el lugar y entre sin permiso, lugar en el cual discute con estos militares, acerca de la brutalidad de sus actos hacia su hijo. En días posteriores revisan la casa, pero reciben un previo aviso y no encuentran evidencias.
Mandé y Cucú se van a trabajar para el tostadero de café “El Judío” como estibadores. Allí, no detienen la lucha y continúan destacándose en la clandestinidad, compraban y vendían bonos, distribuían periódicos revolucionarios, proseguían incitando a la huelga hasta que detienen a Mandé nuevamente y lo envían al Vivac de Santa Clara y por influencia de Agapito Rey uno de los propietarios del tostadero lo liberan con la condición de que no podía regresar más a Cabaiguán, por lo que se alza por la zona de Sagua la grande.
Contó Rodríguez Valero, que Cucú trabajaba de forma desmedida en el Tostadero, por lo que decide alzarse y para ello en compañía de Rogelio y Manuel Rojas Reyes con quienes trabaja en la clandestinidad y junto a Luis Abreu hacen contacto con Noel Sancho Valladares y se dirigen hacia la zona montañosa del Escambray.
Como parte de la columna 8 Ciro Redondo participa en la toma de Cabaiguán en la que destaca en la recogida de las armas de los guardias del ejército batistiano, en la detención de algunos esbirros junto a Jesús Rodríguez García más conocido por “Chury” y a Lázaro Fernández Tardío.
Después de liberado Cabaiguán el 22 de diciembre de 1958, Héctor decide quedarse en el puesto de la policía rebelde, designándose para este cargo al teniente Máximo Vázquez Pérez más conocido por “Maximino” por orden del comandante Ernesto Guevara.
El puesto de la Policía Rebelde se instala en la calle Quinta del Oeste donde hoy radica el Policlínico Uno Doctor Faustino Pérez Hernández, frente al parque José Martí.
Héctor o Cucú, aún no tenía la edad requerida para ser policía, pero por su seriedad, disciplina y valentía, Maximino determinó entregarle el arma reglamentaria y le dio como misión llevar cada mañana las actas de la policía al Juzgado Municipal.
Recuerda Mario Ramón que el día 24 de marzo de 1959, a las 5.00 pm, solamente a 72 días de haber triunfado la Revolución, Cucú se dirigió en horas de la mañana al Juzgado Municipal.
Según recuerdan testigos del momento, y algunos policías que estaban en el lugar, que Cucú se había aparecido con una bala antitanque y que no se sabía de dónde había sacado aquello. Maximino, que no estaba en el sitio, es avisado de forma rápida, se dirige inmediatamente hacía el puesto y casi llegando siente una gran explosión. Al correr hacia el garaje encuentra a Cucú gravemente herido.
Maximino lo socorre llevándolo de inmediato a la clínica de Cabaiguán, hoy Sala de Hospitalización, donde sus compañeros donan sangre para intentar salvarlo, pero fallece a los pocos minutos.
Así Héctor Amador Castellano Ponce, sin llegar a dos décadas de vida, deja su nombre para la posteridad como uno de los hijos de esta tierra que pasaron a la inmortalidad.
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