domingo, noviembre 24El Sonido de la Comunidad

Viajar con (in)seguridad

Por: Alexey Mompeller Lorenzo

Desde que la COVID-19 obligó por unos meses a reintegrar pasajes y engavetar pasaportes, apenas el avión toca tierra los aplausos confirman el éxito del vuelo y el olor a isla pero se ignora el desenlace del retorno a las raíces.

Más de 170 viajeros cabaiguanenses han arribado por las diferentes terminales áreas del país al reiniciarse las operaciones. Ojalá y antes del reencuentro con familiares y amigos, los varados bajo otros cielos o quienes ansiaban ver a los suyos hayan empacado la responsabilidad entre tanta miscelánea y productos siempre bien recibidos.

No creo que en la Aduana General de la República reclamen por el sobrepeso del compromiso con la comunidad porque ahora se vale desbordar las maletas de prudencia.

Los apretones vía virtual que calmaban la nostalgia y se pensaban practicar se postergan por el momento de vuelta al terruño, al menos hasta que hable el segundo PCR efectuado al quinto día de realizarse la primera toma de muestra en el aeropuerto para dar luz verde a la movilidad moderada.

La conciencia de los viajeros quedará limpia de pecado si al firmar la declaración de sanidad juran cumplir cada una de las disposiciones establecidas.

Para aterrizar en Cabaiguán en la fase de transmisión autóctona limitada y cuando la nueva normalidad imponga sus restricciones hay que hacerlo con el nasobuco hasta los ojos y a puertas cerradas, abiertas únicamente para recibir al personal de Atención Primaria de Salud a cargo de la vigilancia epidemiológica.

Solo el aislamiento resulta la vacuna para evitar el contagio, de lo contrario las cintas amarillas que cercaron cuadras y edificios semanas atrás regresarán a escena.

Diciembre se estrena en unas horas y si por esta fecha hace un año algunos ya encargaban el cerdo y la bebida, con la COVID-19 rondando la historia es otra.

La pandemia hace zafra en los tumultos y con dos que se quieran es suficiente. No poner un pie ni en la acera y olvidarse de los festejos devienen alertas antes de que la enfermedad ande desbocada en las calles y sedienta de provocar eventos.

De violar los protocolos de bioseguridad dispuestos, la imprudencia se castiga. La propagación de epidemias se considera un delito grave presente en el código Penal Cubano y a los infractores no se tratará con guantes de seda, menos cuando en la cuadra siempre hay un ojo que ve y alguien sin pelos en la lengua.

Cerrar brechas al SARS-coV-2 depende de la disciplina de quienes vienen en ese avión que desde las alturas ya inquieta a los cabaiguanenses. Para que la estancia durante cortísimas jornadas transcurra en paz, no deponga las armas con el autocuidado. Visitantes y los que aquí los aguardan aplaudan juntos con los pies en la tierra y por la vida.

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