El médico, cada día se convierte en más esencial para la sociedad, nuevos galenos salen de las universidades cubanas a enfrentar a pecho descubierto los desafíos que le impone la profesión a la que dedicarán sus vidas
Por: Lázaro Alain Cabrera Rodríguez (Tomado de su muro de Facebook)
Todo comenzó el día en que, de infante, usé una jeringa e inyectaba todo lo que se dejaba inyectar (plantas, animales,) con la fe de que se iban a sanar sus males. La historia empezó a tomar color cuando 6 años atrás ingresé a la Universidad de Ciencias Médicas en Sancti Spíritus.
A través de todos estos años la experiencia que se acumula es magnífica. Se aprende el arte de curar mediante ciencia pero además, se aprende a tratar al ser humano como persona digna, a calmar a los familiares de esos pacientes que padecen, a brindar tu hombro como consuelo al desespero de algunos, a desempeñar la tarea de un amigo que la necesite, a ayudar a cuánta persona sea posible por encima de su etnia, religión o nivel cultural, a sonreír para hacer feliz a un niño enfermo, a admirar la bondad con la que se acerca un anciano pidiendo clemencias por su salud.
Realmente esta ciencia es una de las más íntegras que existe en el planeta. No sólo te forma como profesional de la salud sino como hombre de bien y de decoro.
Fueron muchas las noches de desvelo, las horas de agotamiento, los sacrificios al máximo, la ausencia a fiestas familiares, los días feriado sin estar en casa o compartiendo.
El mejor mérito al producto es el sacrificio. Las vivencias compartidas entre amigos de estudio son variadas, los amigos de la universidad son para siempre. Ahora solo nos queda el compromiso de hacer el bien y ayudar a quien lo necesite.
El arte de curar se disfruta y se aplica con benevolencia. Esa es nuestra profesión y la defenderemos siempre con regocijo y alegría. Nuestro trabajo es de héroes y como tal tenemos que comportarnos. La salud de un ser humano está en nuestras manos y nuestro mayor deber es garantizarla al máximo y con la mayor calidad posible.