Desde que Yoel Abreu y Marisol Álvarez apostaron a la tierra, un paraje de Cabaiguán desterró la improductividad y la finca Paraíso, se convirtió en un surtidor de tabaco, leche y cultivos varios
Por: José Luís Camellón (Tomada de escambray.cu)
Una década atrás eran 13 hectáreas cubiertas por la maleza, hasta que Yoel (el Gallego) Abreu Hernández y Marisol Álvarez González se adueñaron del área en calidad de usufructuarios; entonces la finca Paraíso empezó a barrer la improductividad. El matrimonio apostó al trabajo, tras vencer la barrera que supone dejar las comodidades en Cabaiguán para plantar la vida y la familia a orillas de la línea central, en la zona de El Colorado. No son aprendices; tampoco, aventureros. Están surcados por la horma guajira, como esa que se desprende de ser yerno e hija del maestro de la tierra Félix Álvarez.
“Aquí no cabe la chapucería, si no se hacen las cosas bien, hay que repetirlas; nada de entrar al tabaco tapado con sombrero o las uñas largas, hay que cogerlo con guantes porque la hoja no puede tener rasguño ni grietas; es que el campesino aprende por los ojos, esas fueron sus enseñanzas y son las pautas en la finca, pero el principal consejo de Félix es más preciso: cumplir siempre la entrega de comida”, atestigua Yoel Abreu sin dejar de sembrar plantones de guinea, la actividad mañanera el día que llegó Escambray.
DE TAL PALO, TAL ASTILLA
Imposible relatar la obra agropecuaria de esta finca sin advertir allí la huella de Félix Álvarez, campesino comparable con un libro abierto en la tierra. “No fueron solo las primeras novillas que nos dio para empezar a levantar el rebaño, fue también inculcar ese secreto de que el tabaco tapado hay que plantarlo siempre en un buen terreno, y si allí antes estuvo el ganado mejor, de que lo que más hay que cuidar es el suelo, y esa sentencia que estremece a cualquier principiante: si cogieron tierra, olvídense de Cabaiguán, los domingos y las vacaciones”, relata el productor, integrante de la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Alfredo López, actualmente en trámites para pasar a la CCS Niceto Pérez.
Las primeras producciones llegaron desde los cultivos varios, en tanto se levantaba la casa de tabaco y se desarrollaba la ganadería. A la vuelta de una década, Paraíso coquetea con su nombre, no tanto por las cantidades de productos como por los saltos productivos del año anterior contra el período precedente: crecer en 19 vacunos y cerca de 20 000 litros de leche, resultados que le valieron la aprobación para sacrificar seis animales.
“El año pasado —añade el Gallego— el tabaco tapado me lo reconocieron como el segundo de mejor calidad en la escogida de Santa Lucía; este año he cumplido todos los meses la entrega de leche, el mes pasado fueron como 2 000 litros. ¿Secretos?, ninguno; acariciar los animales, sembrarles suficiente comida, poner la reproducción en el centro del trabajo; ven acá un día en período seco para que veas arrancar una máquina forrajera a las siete de la mañana y apagarla a las cuatro de la tarde”.
FAMILIA CON DOTES PARA LA TIERRA
Desde la retaguardia, Marisol Álvarez está atenta a cada paso de la finca; lo mismo planta el almuerzo que sale a buscar a la cooperativa dos rollos de hilo para que no se pare el amarre de la hoja, o dedica varias semanas a curar una vaca enferma. “La gente no imagina el sacrificio del campo; a veces son las nueve de la noche y el Gallego y mi hijo mayor Freddy están todavía en la casa de tabaco moviendo los cujes para que no se pegue una hoja a la otra; hasta yo hago un poco de inspectora de los cultivos o cojo por la noche una linterna y le doy una vuelta a la finca”, describe.
Ni con esa barrera que les crea la línea del ferrocarril central a la hora de sacar las producciones o entrar cualquier recurso para la finca ante la inexistencia de un paso a nivel —contratiempo que afecta a más de 10 productores en la zona— Yoel y Marisol frenan sus proyectos, uno de ellos en función de cuidar el suelo.
Es la misma raíz guajira que haló para la tierra al joven ingeniero mecánico Freddy Manuel Miranda Álvarez, luego de ejercer durante ocho años la especialidad, él no solo convierte el tabaco tapado en su mundo durante varios meses, sino que ya asume como usufructuario una ceba de toros y pasó a ser la mano derecha del abuelo en cuanto plan se mueve en aquella finca de El Purial.
Quizás a Marisol Álvarez le resulta difícil explicar cómo cuando se juntan el tabaco tapado y la época de sequía el rebaño demanda mayor atención; allí alcanzan los días sin desatender nada en la finca. Yoel Abreu, hoy más embarrado de fango que las gomas de un tractor, sí tiene su teoría: “Aquí lo que hay de lunes a domingo es mucho sacrificio, sobre todo en el ciclo de la seca, te aseguro que hay días que no alcanzan las horas; claro, eso es si quieres tener una ganadería con resultados, una buena vega de tabaco tapado y los cultivos bien asistidos. Pero tengo que decirte que en la esencia de todo este trabajo está la semilla que nos sembró Félix Álvarez; para mí, él atiende la ganadería como nadie, por eso no tenemos otra meta que seguir adelante y cumplir cada compromiso productivo”.
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